11.1.09

COBWEB


Tejo mi telaraña, todos los días incansablemente para construir la cárcel donde después habitarán mis presas, llenas de terror.
Es tan difícil y requiere de tanto trabajo, soy detallista y quiero que mi telaraña tenga un perfecto diseño para que los insectos se agrupen en sus respectivas hebras y jamás se puedan liberar, hasta que un día, cuando la muerte los alcance, yo los deseche para continuar este mismo ciclo con otros que estén llenos de vida.
Pero algunas de las demás arañas que habitan en mi territorio son haraganas y perversas; no les importa nada, no tienen límites. Me conquistan diciendo que son mis amigas y poco a poco van sacándome las presas que con tanto trabajo conseguí…
Me doy cuenta porque Dios me dio un poquito de inteligencia animal y yo la se usar, entonces hago cálculos: Por cada presa mía que agregan a su desastrosa telaraña hecha sin esmero, pierden un pedacito de su alma.
Reconozco que un poco me duele, pero me consuelo pensando que en un futuro estas arpías van a ser infelices y solitarios monstruos que pienso sacar de mi vida mucho antes de que esto suceda; y yo, cada vez voy a tener telarañas más fuertes, hermosas e indestructibles.

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